Nunca pensé que acabaría escribiendo una crítica de The Affair en clave scifi, pero lo cierto es que este sorprendente giro del guion ha hecho que la serie recupere el misterio y la atmósfera agobiante que tanto nos enganchó a muchos espectadores en la primera temporada.
A partir de este punto probablemente haya muchos spoilers, así que, si quieres seguir leyendo, lo haces bajo tu propia responsabilidad.
Sorprendente vuelta de tuerca
Cuando muchos ya no apostábamos nada por el futuro de The Affair, máxime tras la desaparición de Alison Bailey (Ruth Wilson) vilmente asesinada, los guionistas han tomado una senda inesperada que nos ha hecho recuperar la esperanza. Todo un soplo de aire fresco entre tanta serie que ha resultado una estafa tras perder protagonistas y rumbo.
La originalidad del planteamiento reside en centrarse en el personaje de Joani, la hija de Alison y Cole, en el futuro, que contextualizan como si se tratase de una historia de Black Mirror.
En este futuro, en el que Joani es ingeniera de costas e intenta averiguar cuánto tiempo le queda a la orografía costera actual, se cumplen las peores hipótesis científicas sobre el cambio climático: Montauk se encuentra casi sumergida por la subida del nivel del mar, sin apenas abastecimiento eléctrico, y en las grandes ciudades los hogares empiezan a contar con huertos aeropónicos para alimentarse y obtener su propio oxígeno.
En este contexto apocalíptico, la hija de aquella camarera de Montauk con la que empezó la historia de The Affair, realiza un viaje a su pueblo natal, donde conoce a un investigador que, siguiendo una hipótesis epigenética, está estudiando cómo los traumas afectan a las distintas generaciones de una misma familia.
Ingeniería de costas, epigenética, cambio climático, inundaciones… sin darnos cuenta, The Affair se ha convertido en una serie scifi, con un planteamiento creíble y genuino.
En busca de las pistas perdidas
El círculo se cierra con el descubrimiento por parte de Joani de las circunstancias que rodearon la muerte de su madre, suceso con el que se cerraba la anterior temporada y que daba pie al espectador a pensar que durante toda la siguiente se iban a centrar en Noah y Cole, los dos hombres de la vida de Alison, buscando al culpable.
Pero los guionistas han optado por terminar el personaje de Cole (¿acaso también se fue a hacer otra serie más interesante, como sucedió con Ruth Wilson?), dar otro enfoque a las vidas de Helen y Noah y continuar la historia de Alison a través de la vida de su atormentada hija.
Sin duda, un cambio más que sorprendente que hace que esta serie, que comenzó hace ya cinco temporadas, recobre la autenticidad y señas de identidad de la primera, como eran los distintos puntos de vista de los personajes, narrados de manera que reflejaban los recuerdos y sesgos de cada uno de ellos.
Con Joani como detective de la muerte de su madre, más de treinta años después, cuando ya han fallecido muchos de sus allegados, The Affair nos vuelve a mostrar personajes con mundo interior, que sufren por no saber qué ocurre.
Y el espectador, como único omnisciente en la obra, también sufre por sus incertidumbres, aunque lo hace con una sonrisa pensando que quizá esta serie pueda tener un final digno tras muchas temporadas decepcionantes.
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