El anterior post que escribí sobre la quinta temporada de Black Mirror lo hice antes de ver el último episodio, Rachel, Jack y Ashley Too, en el que se lanza una hipótesis bastante verosímil sobre los derroteros a los que podría llegar en un momento dado la industria discográfica.
La explotación en la industria discográfica
El episodio, protagonizado por Miley Cyrus (lo que da la extraña y terrible sensación de que tiene mucho de autobiografía con su etapa como Hannah Montana en Disney), explora la distopía tecnológica para lanzar hipótesis de hasta qué punto podría llegar un agente y una empresa discográfica con tal de que no se agote la gallina de los huevos de oro de un producto musical.
Y digo “producto musical” conscientemente, a sabiendas de que la mayor parte de (por no decir toda) la oferta musical que se da desde el mercado discográfico para consumo adolescente, tanto masculino como femenino, son meros productos de marketing.
Músicos y cantantes, especialmente los más jóvenes, sufren a diario la explotación de la industria discográfica, que los modifica, censura y lanza siguiendo unas directrices determinadas para tener éxito entre los niños y las niñas, inseguros y ávidos de referentes.
En el episodio de Black Mirror, Ashley O (como he dicho más arriba, demasiado parecida a Hannah Montana) es un producto musical para consumo adolescente. La joven detrás de la máscara es una música talentosa que sueña sus canciones y las escribe al despertar, pero que no puede ser dueña de su propio destino ni trayectoria, pues su agente, encarnado por un tía despiadada y explotadora, no le permite salirse del estereotipo comercial.
Quien conozca mínimamente la industria o se haya leído alguna biografía o autobiografía de artistas sabrá que esto ocurre a diario, también en el mundo de los actores, donde pequeñas promesas han sufrido abusos de todo tipo, incluidos los sexuales, y han sido expuestas a drogas con tal de que siguieran dando suculentos beneficios a representantes y productores.
Puntos flacos del episodio
Aunque no estoy en absoluto de acuerdo con quienes califican este episodio como una estafa y señalan que “Black Mirror ha perdido todo su encanto y se ha vuelto comercial”, tampoco puedo decir que, a pesar de lo brillante y lo valiente de exponer la corrupción de la industria discográfica, el capítulo ha flaqueado en muchos aspectos.
Uno de ellos, quizá el más importante, es el rimbombante y americanizado final con persecución policial, derrota de los malos y final feliz en forma de grupo alternativo de postrock.
El despertar de la cantante del coma inducido por su propia agente para robarle las canciones también es demasiado fantasioso e inverosímil, colándose por una mansión muy vigilada al más puro estilo McGyver.
Sobre la conciencia de Ashley dentro de una muñeca, que mucha gente ha criticado y ha señalado como excesiva e increíble, en este sentido sí que hay que reconocer que es un tema clásico de Black Mirror y, al menos en mi humilde opinión, no queda estrambótico en el conjunto, igual que la propia muñeca, producto de merchandising que podríamos encontrar perfectamente en cualquier estantería de centro comercial (este es más sofisticado, sí, pero todo se andará).
La corrupción industria discográfica en las series
La industria discográfica es un tema que, pese a ser muy jugoso y tener mucho para sacar, apenas se ha explorado en el mundo de las series.
La corrupción y la mafia de la industria discográfica de los años 70 es el tema central de Vinyl, una serie que, si bien comenzaba con muchísima fuerza, tuvo tan poco éxito que fue cancelada, a pesar de contar con creadores y valedores como Terence Winter, Martin Scorsese y Mick Jagger.
Violencia, drogas, excesos, avaricia, muertes… todo este cóctel que a nadie le resulta extraño cuando se habla de las grandes productoras discográficas, sin embargo, no había sido narrado hasta ese momento.
En Treme, la rareza y maravilla de David Simon sobre el barrio de Nueva Orleans que lleva el mismo nombre, ambientada tras el desastre del huracán Katrina, se perciben pinceladas de lo que la industria quiere o rechaza y cómo esta afecta a los artistas, aunque de manera muy tangente.
Por eso considero que este episodio de Black Mirror ha sido valiente al retomar esa denuncia de la corrupción en el mundo de las discográficas y hacerlo, además, de la mano de una artista que durante mucho tiempo fue considerada “juguete roto” y que ha tenido que luchar mucho para ser reconocida por su talento musical como es Miley Cirus.
Seguiremos esperando nuevas temporadas.
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