Lo último que esperábamos los viejunos seguidores de In treatment (HBO) es un regreso de la serie, once años después, y con la misma calidad a la que nos tenía acostumbrados. Sin duda, algo para celebrar en estos tristes años de la pandemia.
Y algo necesario. Porque la cuarta temporada de In treatment ha vuelto con la intención de hacernos reflexionar sobre el momento en el que nos encontramos como sociedad, con la salud mental completamente olvidada o deteriorada a nivel poblacional y muchas necesidades afectivas sin resolver, agudizadas por el aislamiento de confinamientos y cuarentenas.
La esencia de In treatment
La nueva versión de In treatment tiene lugar en Los Ángeles, ciudad antagonista de Nueva York, en la que el doctor Paul Weston tenía su despacho gris y anodino. En este caso será la doctora Brooke Taylor, interpretada magistralmente por Uzo Aduba (Orange is the new black), la que charlará con sus pacientes en su colorida casa en Baldwin Hills, conocido como el Beverly Hills afroamericano.
La elección de este nuevo y alegre enclave ha sido deliberada para invitar a los espectadores a sumergirse en la serie, pues no veían necesidad de, ya que trata problemas psicológicos, construir un ambiente claustrofóbico que recordase a sus propios confinamientos, según explican los creadores.
El nexo con las anteriores temporadas lo encontramos en que Brooke es exalumna de Paul Weston, que intenta localizarla durante varios episodios.
En este contexto, en una casa diseñada por su recién fallecido padre, un exitoso arquitecto que exigía a su hija por encima de sus posibilidades y que la traumatizó para toda la vida, Brooke transita su propio duelo haciendo lo contrario de lo que predica, como ya hacía su mentor.
Y es que ahí reside lo cómico en este drama, en que el doctor atraviesa los mismos problemas que intenta solucionar en los demás.
Los pacientes ‘In treatment’
Como en anteriores temporadas, los episodios se estructuran por pacientes y semanas, con un total de tres pacientes, más otro episodio en el que se aborda la vida personal de Brooke.
El primero de los pacientes, Eladio, es un joven latinoamericano que trabaja como interno cuidando a Jeremy, otro joven de su edad con una enfermedad degenerativa, y que a través de las sesiones va estableciendo con Brooke una relación que transgrede los límites profesionales y se acerca más a la maternidad, cuestión con la que ella mantiene un gran trauma.
Eladio va descubriendo su malestar en la familia rica que lo tiene contratado, dándose cuenta de que es un recurso más para ellos y no tiene la relación que le gustaría.
El segundo, Colin, es un exmagnate tecnológico que acaba de salir de prisión por apropiación indebida y estafa y hace el tratamiento como parte del acuerdo de libertad condicional. Se trata de un hombre soberbio, mentiroso compulsivo, con el que Brooke tiene varios encontronazos en los que le recuerda que es un hombre blanco, heterosexual, adinerado y que se queja por no haber llegado al éxito cuando el mundo entero está hecho para él, aunque ella misma también ha tenido una vida relativamente sencilla en lo económico gracias a la situación de su padre.
La tercera paciente, Laila, es una adolescente de 18 años víctima de una abuela dominante que lleva años maltratándola físicamente y que espera de ella que vaya a la mejor universidad y tenga una carrera profesional exitosa, lo mismo que le sucedía a Brooke con su padre.
Laila es una joven muy inteligente, reflexiva, que, igual que Eladio, hace reflexionar a Brooke sobre aspectos no solo de su propia vida, sino de la sociedad en general.
Porque con Laila y Eladio puede palpar de cerca, como ella misma, las situaciones de racismo que se viven en Estados Unidos, siempre con las manifestaciones de Black Lives Matter como telón de fondo. Colin, sin embargo, representa el mundo de la corrupción, de la soberbia, de la altanería.
Y así, en cada episodio los espectadores podemos disfrutar de una serie que aborda temas trascendentales, nos considera inteligentes y nos conmueve profundamente.
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