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Por fin he visto El Colapso (Filmin), tras las numerosas recomendaciones de amigos que me decían “tienes que verla”. Y tenían razón, es una serie magistral, pero no recomendada para personas aprensivas que estén sufriendo psicológicamente en este momento de pandemia, que es un aviso que quiero remarcar a mis lectores y lectoras, pues genera mucho desasosiego.

El colapso de la civilización

El planteamiento del Colapso qué se genera tras el fin del acceso al combustible, la falta de recursos y la caída del sistema industrial de producción y distribución tal y como lo conocemos. Sin explicaciones ni preámbulos, a quemarropa.

Central nuclear el colapso

Fotograma de uno de los episodios, en mi opinión, más agobiantes de la serie.

Aunque se la ha comparado con la británica Years and Years, en este caso no profundiza en las relaciones familiares y se trata más bien de género apocalíptico. Bebiendo de los antecedentes de la también magistral película Le temps du loup, de Michael Haneke, nos muestra una Francia destruida, con sus gentes devorándose metafórica y literalmente entre ellas.

Corrupción multimillonario

Escena del Colapso. ¿A qué nivel de mezquindad, inhumanidad y corrupción moral puede llegar un ser humano?

El Colapso es una producción audiovisual cruel, en la que, incluso en los escasos pero mejores momentos de humanidad que se pueden vislumbrar, no hay nada que hacer. Se ha llegado tarde a intentar solucionar los problemas, ahora solo queda el sufrimiento y la imposibilidad.

Desasosiego en plano secuencia

Uno de los puntos fuertes de la serie, y el que le da mayor sensación de verosimilitud, es que se ha rodado íntegramente en plano secuencia. Está compuesta por ocho episodios autoconcluyentes de 20 minutos cada uno, que se conectan entre sí a través de la aparición de personajes que, aunque experimentan lo que sucede, no llegan a ser tampoco los protagonistas de la historia.

Y es que los capítulos están marcados más que por los personajes, por los lugares en los que suceden: un supermercado, una gasolinera, un aeródromo, una aldea, una central nuclear, una residencia de ancianos, una isla y un plató de televisión.

Corrupción política

El Colapso es una serie inteligente que conecta a los personajes de manera muy sutil.

En todos y cada uno de ellos las emociones que se generan en el espectador son desasosiego, angustia y pesimismo.

No quiero hace spoilers porque se trata de una producción audiovisual tan magnífica que hay que verla sin mucha más información, pero sí diré que algunos son mucho más agobiantes que otros, y que ciertos personajes caen en tal nivel de corrupción y bajeza moral que la sensación de asfixia te corroe.

En este sentido, el del plató de televisión es quizá el episodio más desesperante de todos, ese momento en el que se muestra la hipocresía de representantes políticos que niegan la gravedad de lo que está sucediendo mientras tienen comprados billetes que salvaguardan su existencia cuando todo se venga abajo.

El colapso: corrupción y estafa de la televisión

La televisión como estafa y estandarte del mundo de corrupción política y empresarial. Todo es espectáculo, mientras se oculta la información que necesita conocer la gente.

Y es que ya existen varias empresas que ofrecen búnkeres de lujo para multimillonarios, y se ha planteado varias veces la creación de islas autosuficientes, apartheids para ricos parecidos a los que nos mostraba el filme Elisyum.

En definitiva, El Colapso, a pesar del desasosiego, sirve para pensar en qué mundo estamos y hacia dónde nos dirigimos. Algo nada desdeñable en mitad de una pandemia mundial.

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