Sucedió lo que tanto temíamos sus fans, y es que The Good Fight (CBS) ha llegado al final de su quinta temporada con tan solo diez episodios… ¡pero qué episodios! Esta temporada, a falta de un Donald Trump en el Despacho Oval, el populismo y el individualismo que siguen presentes en Estados Unidos han sido los protagonistas principales de la serie.
Populismo, espectáculo y corrupción
Como señalé hace semanas en un post, la trama del juez Wackner y su tribunal improvisado en la parte de atrás de una copistería es una de las historias principales de esta temporada.
El juez Wackner, un aparente Don Quijote dispuesto a hacer accesible la administración judicial y cargado de buenas intenciones, termina encarnando la versión actual del populismo que convierte toda reforma en espectáculo y entretenimiento.
Así, más parecido al programa “Veredicto” que presentaba Ana Rosa Quintana allá por los años 90, el tribunal sucumbe a la corrupción al permitir la financiación por parte del libertariano David Cord, personaje que pronuncia una de las frases más brillantes de toda esta temporada: “La locura está a solo un paso de la realidad si logras que la gente la crea. ¿Y sabes qué hace que la gente la crea? La televisión.”
El asalto al Capitolio
Como se intuía ya desde los primeros episodios, los creadores de The Good Fight, Robert y Michelle King, igual que muchos ciudadanos de todas partes del mundo, estaban en estado de shock por el intento de asalto al Capitolio del pasado 6 de enero, uno de los golpes más efectistas que ha dado el populismo hasta ahora.
Los asaltantes, ataviados algunos de ellos con disfraces y bastante estereotipados, llegando a portar la bandera confederada, penetraron en la Casa Blanca con un claro mensaje, y es que prefieren el caos y la violencia a asumir las normas democráticas que rigen las sociedades occidentales.
Este incidente se presenta de dos maneras en la quinta temporada de The Good Fight: poniendo entre la espada y la pared al matrimonio de la demócrata Diane Lockhart y el republicano amante de las armas Kurt Veight, y recreando la escena en la catarsis final de la temporada.
Y es que el juzgado de Wackner termina volando por los aires cuando un grupo de secesionistas de Illinois se niega a aceptar el veredicto en contra de sus pretensiones individualistas y separatistas, y esa sala que tantos momentos hilarantes nos ha dado en esta entrega de la serie concluye de la misma forma que los títulos de crédito, hecha polvo y añicos.
La moraleja de esta temporada es clara: el populismo y el individualismo empujan a la violencia, y una vez plantada la semilla, es difícil evitar sus consecuencias.
Los problemas raciales
Otro de los temas principales de esta temporada ha sido el conflicto racial latente en el bufete, con Liz Reddick y Diane Lockhart enfrentadas, cada una con sus legítimas razones.
Por un lado, Liz representa a todos los socios y asociados negros del bufete, que no quieren que Diane tenga poder sobre la firma, a excepción de Julius Caine, que se vio envuelto en un montaje por no querer caer en las garras de la corrupción y al que Diane defendió cuando nadie creía.
Por otro, Diane, que mantiene conversaciones imaginarias con la fallecida juez Ruth Bader Ginsburg, lamenta haber tenido que luchar siempre contra la discriminación por razones de sexo y haber tenido que labrar su futuro para ahora tener que dar un paso atrás por la igualdad de los afroamericanos, que apoya, pero a la vez le genera contradicciones y un gran dilema al chocar directamente contra sus intereses.
Finalmente, y tras tener que tomar una decisión in extremis por la presencia de los jefes-jeques árabes de STR Laurie y habiendo sopesado la también populista idea de hacer dos bufetes, uno con empleados negros y otro con blancos, Diane hace gala de su ética y magnanimidad y, al recordar que el bufete Boseman & Reddick la acogió cuando cayó en bancarrota por haber sido víctima de una estafa, rechaza su puesto como socia principal y decide quedarse únicamente como socia capitalista.
No obstante, y a juzgar por la última escena en la que ella y Kurt esperan al ascensor para irse de vacaciones, la sexta temporada promete que Diane no se quedará de brazos cruzados y peleará por lo suyo.
En este sentido, la propia actriz Christine Baranski ha señalado en una entrevista con Entertainment Weekly que esta temporada ha sido muy “tensa”, pues tanto ella como Audra McDonald, la actriz que da vida a Liz Reddick, han estado muy expectantes para ver cómo se solucionaba el conflicto.
Baranski ha confesado que ver a Diane utilizando a sus clientes racistas para hacer presión en el bufete le ha provocado cierta dosis de frustración, pero cree que era lo que intentaban los creadores de la serie, “desafiar tanto a Diane como al espectador”.
Celebrando otra apoteósica temporada de The Good Fight, nos quedamos brindando por los nuevos retos que nos traiga la sexta en 2022.
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