Una de las cosas que más pueden espantar de una distopía es la verosimilitud de la misma, que pueda ser algo que ocurra o que, incluso, ya haya sucedido o esté haciéndolo, aunque se manifieste de otra manera. Ese es quizá el punto fuerte y a la vez más terrorífico de la magnífica serie The handmaid´s tale, traducida en español como El cuento de la criada.
The handmaid´s tale narra la vida de la víctima de una dictadura que se ha instalado en Estados Unidos en la que se ha impuesto un régimen fascista y teocrático cristiano denominado Gilead, con una minoría que ejerce represión a niveles muy crueles sobre quienes se resistieron a aceptarlo. Nada que no hayamos visto ya en los libros de historia, ¿no?
Distopía demográfica
La serie, basada en la novela homónima de Margaret Atwood, parte del hecho sociodemográfico y científico concreto y plausible de una epidemia global de infertilidad, que desde las corrientes religiosas más extremistas se achaca a la inmoralidad y a la contaminación ambiental.
Teniendo en cuenta que el número de nacimientos ha decaído en las últimas décadas y que se espera que la generación baby boom colapse el sistema cuando llegue a la jubilación (o a la vejez sin jubilación, que esa es otra posibilidad), y sabiendo que hay gobiernos que han tenido un control de la natalidad que ha pisoteado los derechos democráticos de millones de personas, como ha sido el chino, ¿a que no resulta tan lejana esta distopía?
Pues es esta ausencia de niños la que da pie a que en Gilead ocurran hechos tan horripilantes como que las mujeres fértiles, llamadas criadas y vestidas de rojo, sean esclavas de los comandantes y generales y sus esposas, vestidas de verde, y tengan que someterse a una violación ritual para ser fecundadas de hijos que luego les serán arrebatados para crecer en las casas de los afines al régimen. ¿A qué os suena esto?
Distopía machista
Las mujeres en Gilead, este estado fascista y teocrático cristiano de The handmaid´s tale, están divididas en distintas clases y en todas ellas orientadas al presunto bien mayor que es el régimen. Todas ellas llevan un color que hace que se las distinga y categorice en todo momento.
Desde las capas más bajas a las más altas, están las desterradas a zonas donde han ocurrido catástrofes nucleares donde las obligan a limpiar residuos y terminan falleciendo por enfermedad, vestidas de gris; las criadas, violadas y forzadas a parir y entregar a sus hijos, de rojo; las Martas, sirvientas que realizan tareas de amas de casa, de verde; las econoesposas, casadas con hombres de menor rango que tienen más libertad en el vestir dentro de una variedad muy recatada y que pueden haberse casado por amor (parejas anteriores al nacimiento del régimen, o por obligación, como sucede con los casamientos entre niñas y ‘ojos’); las esposas, de azul turquesa (en la novela y en todos los artículos que he leído al respecto dicen que van de azul, pero yo no veo el azul puro por ningún lado), y las tías, que adoctrinan, monitorizan y castigan a las criadas.
El sometimiento de las criadas llega a tal punto que pierden su nombre original y asumen el del funcionario que las viola. Así, la protagonista de la serie se llama DeFred, como el comandante al que sirve.
Aunque las capas más altas de mujeres repriman a las que tienen por debajo, todas ellas están a su vez reprimidas por los hombres, que también se dividen en rangos: los comandantes de los fieles, funcionarios políticos, que tienen coche y visten de negro; los ojos, que son espías; ángeles, soldados y guardianes de la fe, que visten con uniformes verdes.
Uno no puede evitar recordar a países como Arabia Saudí, donde las mujeres no pueden ir en bicicleta ni conducir sin el permiso de los hombres, y pensar que ciertamente estamos ante una ficción que bien puede estar basada en hechos reales.
No olvidemos tampoco que hay países de Centroamérica donde las mujeres pueden ir a la cárcel si sufren, incluso, un aborto espontáneo.
Corrupción en Gilead
Y, claro, en un mundo tan aparentemente pulcro y ordenado como Gilead, como en todas las sociedades humanas, especialmente en las que hay mayor represión, no podía faltar el nido de la corrupción, humana, política y sexual.
Ese lugar, que se puede ver ya en la primera temporada de The handmaid´s tale, es Jezabel, un antro con el nombre de la mujer que en el Antiguo Testamento aparece intentando que los hombres olviden a dios.
Es en Jezabel donde la protagonista de la historia, June, se encuentra con su mejor amiga, Moira, que no aceptó el rol de criada y para ella, igual que para otras, quedó convertirse en prostituta sin consentimiento y sufriendo maltrato continuo.
Porque en Gilead no hay espacio para el esparcimiento de las mujeres. Es un totalitarismo patriarcal y religioso que adoctrina, maltrata, somete y ejecuta cualquier tipo de disidencia. Y el placer, especialmente el femenino, es su enemigo.
Y si en Europa esta serie nos puede resultar estremecedora por los paralelismos con regímenes presentes y pasados de distintas partes del mundo, en Estados Unidos, con un republicanismo aliado con las manifestaciones religiosas más reaccionarias y una pérdida de libertades y derechos abismal desde el 11-S, más.
Habrá que permanecer atentos a todos los indicadores que, como en los flashbacks que se hacen a lo largo de la serie, van apareciendo y susurrándonos, o gritándonos fuertemente al oído: “Huye ahora que todavía puedes”.
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