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La francesa Baron Noir (Canal+) con las puñaladas por la espalda entre miembros de partidos de izquierdas, no podría ser mejor serie para ver en estos momentos previos a las elecciones municipales, regionales y generales.

Se dice que Baron Noir, creada por Eric Benzekri y Jean-Baptiste Delafon y dirigida por Ziad Doueiri, pudo inspirar su personaje principal en Julien Dray, miembro del Partido Socialista Francés y ex miembro de la Assemblée Nationale (Merad, el actor elegido para representar al barón negro, es franco-argelino, como Dray).

Además, Benzekri es un exmiembro del Partido Socialista y había trabajado para Dray, y para Mélenchon, antes de dedicarse a la escritura de guiones, aunque él ha hecho mucho hincapié en que se inspiró en varios políticos socialistas, no sólo en él.

En la producción “que enganchó a Pablo Iglesias y a Pedro Sánchez durante el confinamiento”, como han titulado varios medios en España, las sombras y los demonios de la política local francesa se muestran a través de las relaciones de los partidos de izquierda, con cierta implicación de los sindicatos y las organizaciones empresariales tradicionalmente fuertes en Francia.

El tema central de la serie parte de un conflicto entre dos antiguos amigos: Philippe Rickwaert, alcalde de Dunkerque y diputado del Norte, y su mentor, el candidato presidencial socialista Francois Laugier. Al comienzo de Baron Noir, el primero tiene problemas: se le ha informado de que un escuadrón está a punto de asaltar sus oficinas, con la esperanza de encontrar pruebas de corrupción, y, en concreto, de que ha estado desviando dinero público a un fondo para sobornos.

Rickwaert debe encontrar dinero en efectivo, rápido, pero Laugier ve todo demasiado complicado y vende a su amigo para salvar su carrera, lo que provoca la venganza que mueve la trama, con golpes bajos, sabotajes, campañas de difamación e intrigas que atrapan al espectador.

Baron Noir es un drama político tan bien hecho que no necesita un aumento melodramático ni thriller para mantener alerta a los espectadores. Está bien escrita, perfectamente interpretada (especialmente por Kad Merad) y ofrece una visión genuina de la arena política francesa, con inesperados y divertidos giros de guión.

El aferrarse a las sillas ministeriales y otros asientos en la sede del partido, el gobierno o el parlamento, el peloteo de los políticos provinciales y cortesanos (asesores, secretarios, etc.) alrededor del partido líder o el presidente, el “una mano lava la otra”, el desvío de fondos, la corrupción y la intriga son auténticamente fabulosos.

Además, los políticos de Baron noir no son tan cínicos, sin escrúpulos y satíricos como en la serie estadounidense House of Cards, sino mucho más elegantes, traviesos, astutos y cercanos a la realidad, lo que la hace todavía más deliciosa.

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