Hoy tengo que hablar de la que para mí es una de las mayores estafas decepciones de esta temporada, la serie que comenzó siendo una gran promesa a la altura de The Slap (la australiana) o, incluso de otras de personajes como Six Feet Under, y que finalmente ha resultado ser una pastelada un culebrón sin más: This Is Us.
This Is Us, la promesa que no fue
Para dejar constancia de mi grandísima desilusión voy a comenzar explicando qué motivos me llevaron a entusiasmarme durante los primeros ocho episodios (sí, fueron un montón de capítulos los que me tuvieron en vilo, tantos que no imaginé semejante final).
En primer lugar, se trataba de un planteamiento original, con dos líneas de tiempo con los mismos protagonistas. Además, los personajes estaban bien escritos, se sostenían y eran lo suficientemente poliédricos como para hacerse daño entre sí, mucho daño, dentro de los límites que pueden darse en una familia normal, no en la de Festen, claro.
This Is Us prometía ser una serie de desarrollo psicológico de personajes, emotiva y a la par cabal, con los dramas propios de la vida y un final terrible y predecible, pero a la vez deseable.
A partir de aquí no voy a ser nada cuidadoso con los SPOILERS, avisados quedáis.
This Is Us, el meollo
La historia de esta familia con trillizos en la que uno de ellos es adoptado por una serie de eventos que parecían menos ñoños en los primeros episodios y que han resultado ser puro merengue está marcada por la muerte del padre, Jack, cuando los niños tienen 16 años.
Esto se sabe desde los primeros episodios, pero, a pesar de que en cada uno de ellos van narrando distintas etapas de su vida, y que incluso tocan en varias ocasiones la adolescencia de los trillizos, el espectador intuye que lo va a ver en el episodio final por cómo está escrita y la tensión que dan en los distintos personajes al recuerdo de la muerte del padre.
En realidad en el primer episodio ya hay alguna conversación ñoña, como la que tiene Jack con el obstetra que atiende el parto de su mujer. Ya podía haber pensado que eso era un presagio…
Y así te pasas toda la temporada esperando a ver qué le pasó al pobre hombre, que es buen padre, pero no siempre buena pareja (¿a nadie le chirría que tome siempre de manera unilateral decisiones como comprar una casa y que ella, que es un personaje femenino muy fuerte, solo aplauda?). Y cuando llega el último episodio y parece que se va a matar porque ha cogido el coche después de haber bebido… NO, NO LO HACE, es un cliffhanger, un trampantojo un tanto mediocre para que veas la segunda temporada donde seguramente tampoco lo cuenten, ya que han renovado por otras dos.
Donde perdí la empatía
He de reconocer que, antes de que empezase la segunda tanda de episodios, me emocioné viendo cómo uno de los hijos, Kevin, el actor guapo que quiere desencasillarse y hacer buen teatro en lugar de sitcoms familiares, recuerda cómo le afectó la muerte de su padre. Y me recuerdo pensando: “cuando llegue el episodio de la muerte de Jack no voy a poder dormir”.
Nada más lejos de la realidad. En febrero la serie retomó su andadura con exceso de sensiblería, diálogos facilones y construcción de escenas lacrimógenas que poco a poco fueron desencantándome y me hicieron perder la conexión con los personajes.
Otro detalle nada bueno es que, al volver del parón, el primer episodio fue una especie de resumen de todo lo acontecido antes, con repetición de escenas incluidas, como si se tratase de algún anime infantil japonés estilo Naruto.
Luego, la muerte del padre biológico de Randall, el trillizo adoptado, está tan recargada que pierde toda verosimilitud. No hay por dónde cogerla. ¿Por qué tuvieron que rodar la escena en la que los dos padres de Randall se encuentran en el ‘cielo’ una vez muertos y hablan de lo buen chico que es? ¿Por qué tenía que ser tan perfecta toda la despedida del padre biológico, que parecía hecha por una planificadora de bodas?
“Soy muy buen actor. ¿Por qué me hacéis esto?”
¿Por qué Randall perdona sin mucho pensarlo a su madre después de haberle ocultado que su padre biológico quería haber entrado en su vida desde que él tenía diez años? Hay familias que dejan de hablarse por mucho menos, pero no, esta es la familia perfecta, siempre con ese omnipresente sonido de guitarra. Son todos tan cucos, tan monos, tan ideales… que dan ganas de no ver la segunda temporada.
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