Hoy no voy a hablar sobre producciones terrenales, de corrupción política o fáciles de ver, incluso aunque me hayan gustado mucho. Hoy voy a hablar de la para mí mejor serie de los últimos años, muy complicada y a la vez maravillosa para el público: The Leftovers.
The Leftovers o el desasosiego
A lo largo de estas tres temporadas he discutido con bastantes amigos que consideraban esta genialidad como excesivamente rara, sin sentido e inexplicable precisamente por eso, porque su objetivo nunca ha sido centrarse en el evento en sí, la desaparición del 2% de la población, sino en cómo se quedan los restantes, The Leftovers.
Partiendo de ese punto, es lógico que una serie que se centra en cómo respondería la humanidad si desapareciesen de golpe y plumazo millones de personas genere desasosiego. ¿Cómo actuaríamos todos y cada uno de nosotros, y la sociedad en general, si sucediese un evento que violase las leyes de la física y se llevase a muchos de nuestros seres queridos?
Por esto The Leftovers es para mí quizá la mejor serie de los últimos tiempos, porque sus creadores, Tom Perrotta (autor de la novela) y Damon Lindelof, no pretenden que sea una serie fácil de ver o que nos entretenga. Su objetivo ha sido siempre tenernos en vilo, con un nudo en la garganta que han sabido mantener hasta el final.
Magnífica narración surrealista
A lo largo de estas tres temporadas hemos asistido a episodios que son auténticas genialidades del género surrealista.
Las muertes de Kevin Garvey, con esas realidades paralelas de lo más estrambótico; el personaje de Matt y sus vicisitudes, desde ganando dinero en un casino hasta tomado por una fiera semental en una orgía rumbo a Australia; o las ideas y puesta en práctica de las mismas de Kevin Garvey Senior atrapan al espectador, que asume que, con cada capítulo, tiene un billete para un viaje psicodélico y emocionante que no sabe cómo puede terminar.
Porque The Leftovers es una serie imprevisible, de la que es imposible pronosticar siquiera cómo va a ser el curso de un mismo episodio. Ese dejarse llevar por la incertidumbre, que coincide con lo que les ha tocado vivir a los personajes, es lo que la hace tan mágica en todos los sentidos de la palabra.
¿Un final feliz?
La última temporada de The Leftovers, que en principio se esperaba que terminase en la primera o, como mucho, en la segunda, podría decirse que ha tenido un talante conciliador tanto para los que somos fans acérrimos de su oscuridad como para aquellos que deseaban algo de luz sobre los personajes.
Su cierre, con la maravillosa historia de Nora de cómo viajó a otra realidad hasta ver a sus hijos y a su marido y decidió volver para reencontrarse con Kevin, pero finalmente pensó que no la creería y se quedó sola, es realmente ambiguo. ¿Ha sucedido de verdad o es la historia que Nora ha creado para poder soportar la desaparición de sus hijos?
Kevin le dice un sincero “te creo” porque su personaje se encuentra en la misma encrucijada. ¿Ha vivido realmente todos esos trances o ha estado en mitad de un delirio colectivo con su padre y John?
Nunca sabremos qué ha pasado realmente, ni importa. The Leftovers va de experimentar angustia, incertidumbre, desorientación, soledad, extrañez y, después de todo, amor. Emociones muy difíciles e intensas para público con buen paladar. Mi eterno agradecimiento por este viaje.
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