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Como ya sabéis muchos, soy un admirador absoluto del ‘cine nórdico’ por su exquisitas formas para el humor negro y la capacidad de transmitir emociones desde la absoluta frialdad. La película de la que voy a hablar hoy, Fuerza Mayor (Turist), realiza a la perfección ambas cosas.

Fuerza Mayor, la clave

“En situaciones extremas el ser humano es sorprendente” rezaba el cartel de Fuerza Mayor allá por 2014. En realidad se trataba de un eufemismo que quería decir “a veces somos tan egoístas que cuesta entender cómo hemos podido sobrevivir tanto tiempo”.

Fuerza Mayor trata el punto de inflexión y declive de una relación aparentemente bien llevada entre un matrimonio tras un suceso que no deja de ser una anécdota menor, pero que pone de relieve quién es quién y, sobre todo, qué no se puede esperar de la otra persona.

A partir de aquí, SPOILER.

 

No sigas leyendo si no quieres que te estropee la sorpresa

Tomas y Ebba van de vacaciones a una lujosa estación de esquí en compañía de sus hijos. Una buena mañana, mientras están desayunando, lo que parece ser un alud descontrolado se acerca peligrosamente hacia el restaurante y pone en pie de alerta a todos los turistas.

Inmediatamente Ebba agarra a sus hijos para protegerlos mientras Tomas se guarda su teléfono móvil y sale huyendo despavorido sin mirar atrás.

Al final todo queda en un susto, pues no se ha tratado de una avalancha, sino de un simple alud controlado que les ha llenado las mesas de nieve, sin más. Pero la verdadera catástrofe que se ha producido es la reacción de Tomas, que, lógicamente, rompe la confianza de su mujer, que acaba de comprobar in situ que su marido es una estafa, por lo que se distancia emocionalmente de él y ya no puede mantener la aparente tranquilidad y felicidad de su viaje.

La estafa de la familia feliz, en Fuerza Mayor

Sátira corrosiva

Acostumbrados a una versión de los nórdicos como participantes de una sociedad cívica y llena de valores ciudadanos de ayuda al prójimo y colaboración, la sola imagen de este ejecutivo sueco abandonando a su familia, con dos niños pequeños, ante el mínimo peligro constituye una crítica feroz a la propia idea de sociedad cívica. Y, cómo no, a la familia como institución.

Porque lo que parecía una familia sonriente y feliz no deja de ser una fachada que se resquebraja fácilmente, una careta impuesta por el sistema para supuestos triunfadores treintañeros que, en realidad, no viven en ningún paraíso emocional, incluso aunque hayan triunfado económicamente.

En este sentido Fuerza Mayor es una denuncia del neoliberalismo aplicado a las relaciones afectivas, de cómo el individualismo nos lleva a los extremos de preferir salvar nuestro móvil a nuestros hijos, no digamos ya nuestra propia vida.

Los eventos que se producen de manera posterior a la catástrofe familiar revelan la farsa que han mantenido durante años, y también el machismo que ha imperado en su relación. Una cuestión nada baladí, teniendo en cuenta que Suecia, país del que es su director, Ruben Östlund, está entre los países con mayores tasas de igualdad entre hombres y mujeres. ¿Qué no pasaría en otros con un índice de igualdad mucho menor?

Cabe reseñar las magníficas escenas de reproches y tensión que se dan cuando aparece Mats, amigo de Tomas (siempre es un gusto ver actores de Juego de Tronos en otras producciones), y su ligue Fanny, y cómo las discusiones del fracturado matrimonio terminan también afectándolos a ellos.

Como decía al comienzo del post, nada como el buen cine nórdico para hacer humor negro con rechinar de tenedores de fondo.

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