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Hace unas semanas os contaba lo maravillado que estaba con la última temporada de The handmaid´s tale (y lo sigo estando, ojo, que no se me ha pasado el furor y estoy deseando una nueva entrega). Hoy, sin embargo, voy a escribir unas reflexiones una vez bien reposados todos los episodios, viendo los claroscuros de los mismos.

Claroscuros técnicos

A la hora de narrar audiovisualmente hay técnicas que son muy efectistas y que dejan imágenes en la retina que “valen más que mil palabras”. Pero todas estas técnicas hay que saber usarlas y dosificarlas para que no produzcan el efecto contrario. Es el caso del uso de primeros y primerísimos planos con gestos.

Si bien, como he dicho más veces aquí, Elisabeth Moss es una maestra de expresar las emociones sin apenas movimiento en su rostro, el exceso de primeros planos enfocándola ha sido uno de los errores de esta última temporada, pues ha restado emoción a las escenas.

No todo lo que ocurre en una serie de estas características es tan importante como para dotarlo de primeros planos solemnes y exagerados. Por muy dura e impactante que sea la ficción narrada, esta tiene que tener momentos de tensión bien elegidos, de lo contrario, puede cansar al espectador.

Exceso de pomposidad

No puede ser que cada vez que June coja o se guarde una pistola suena haya una secuencia con planos y música pomposos.

Claroscuros del guion

Otro de los claroscuros de esta última temporada ha sido también abusar de la frustración y el pesimismo, sin avances concretos hasta el último episodio, siempre retrocediendo al punto de partida.

La serie corre peligro de quedarse encallada en un relato ya agotado, como agotado también parece estar el personaje de Serena, que parecía evolucionar y “progresar adecuadamente”, como se decía en mis tiempos escolares, pero que una y otra vez retorna a sus inicios.

Personaje de Serena no lucha contra la corrupción ni por la sororidad

El personaje de Serena está completamente agotado de tantas idas y venidas que ha dado desde que empezó la serie. Podría haber luchado contra la corrupción y haber seguido su línea de sororidad, pero una y otra vez vuelve por sus fueros.

El personaje excesivamente protagonista de June cae también en lo maniqueo y en la narrativa de superhéroes al dotarlo de un aire revolucionario y todopoderoso mientras se despoja de todo protagonismo al resto de actores/actrices que son quienes posibilitan los avances de la resistencia.

Además, resulta inverosímil que June siga viva a estas alturas tras todo lo que ha ido haciendo desde la primera temporada. En un régimen como el de Gilead estaría, como mínimo, encerrada y sin posibilidad de contacto con posibles insurrectas.

Porque mientras los guionistas se esfuerzan en agravar la maldad existente en esa dictadura teocrática sin más razón que el espectáculo por el espectáculo, más increíble resulta la libertad de movimientos y acciones que tiene June, incluso a pesar de la corrupción que parece que impera en sus cloacas.

Amenazas vacías

Las continuas amenazas, que todos sabemos vacías, pues June sigue operando con total libertad, corren el riesgo de que los espectadores nos cansemos de la trama.

Esperemos que la siguiente temporada de esta distopía de HBO tenga menos cliffhanger artificiosos y personajes y trama puedan ir evolucionando y resolviendo hilos sin perder la verosimilitud y la calidad que nos dio la primera temporada.

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