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Hace tiempo que vengo pensando en dedicar un post a una gran serie que ha marcado algún que otro debate político aquí en España en los últimos tiempos: Borgen, producción danesa que narra los entresijos del gobierno de la cívica y moderada Birgitte Nyborg.

El mito vs realidad de la Europa cívica

Si algo destaca en Borgen es la voluntad de consenso y diálogo a través del gobierno, así como la interpretación cuasi perfecta del mito y/o realidad de una Europa (del norte) cívica que se ocupa del bienestar de sus ciudadanos desde el centro.

La serie es un compendio de las continuas negociaciones de Nyborg con todas las fuerzas políticas, incluida la extrema derecha ultraliberal en lo económico y conservadora en lo social, muy bien caracterizada en el personaje de Svend Åge Saltum (destaca aquí la verosímil traición que le hace Benedikte Nedergaard, una líder de extrema derecha de nueva hornada, en la línea de la pequeña LePen a su padre).

Svend Åge Saltum rompe por sí solo el mito de la Dinamarca cívica

El Palacio de Christianborg en Copenhague se convierte en el escenario principal de esta serie política en la que los intentos de corrupción son frenados inmediatamente y el talante, nunca mejor dicho, de su primera ministra destaca a través de arduos diálogos con la oposición.

Y es que Nyborg ha llegado a primera ministra (en la primera temporada) por una coalición con los Laboristas, a pesar de que ellos tienen más escaños.

Una serie sobre el trabajo diario

Es curioso cómo una obra que no contiene ningún elemento folclórico al que nos acostumbran otras más inverosímiles, como House of Cards (de la que hablaré en otro post), engancha al espectador a una mecánica de trabajo consistente, sin más, en debates – preparación de ruedas de prensa – reacciones.

El despacho de Nyborg y las rutinas de oficina política, protagonistas de Borgen

En este sentido me evoca la sensación que me producía ver Mad Men, pues siempre pensaba que en realidad estaba viendo una serie sobre mi trabajo diario, pero, aunque quería cortar con ella porque me recordaba demasiado a mi día a día en oficinas en las que he estado, nunca podía. Tenía demasiado vicio.

Dinamarca es cívica

O eso intentan reflejar en esta serie que refleja el gobierno de una mujer en un país donde no ha ganado un partido por mayoría desde el año 1909 y que, por lo tanto, debe de estar acostumbrado a los pactos.

Además, Borgen pone de manifiesto otros temas que llegan a España de refilón, como los mayores derechos de la mujer en los países nórdicos, el apoyo para una verdadera conciliación de la vida familiar y profesional (aunque Nyborg se ve desbordada en su papel de primera ministra su marido le hace el relevo profesional para que ella pueda dedicarse a la política tras años dedicados al cuidado familiar).

Otro tema que nos señala que estamos ante un país con una ética un poquito más elevada que la nuestra es el periodismo, tanto en la parte de los medios, con los periodistas Torben Friis, jefe de informativos, y Katrine Forsmark, estrella de los informativos (spoiler: que luego cruza la línea y termina como jefa de prensa de Nyborg), como en la de los gabinetes de prensa, con el enigmático y atormentado Kasper Juul al frente.

Pero, ¿es cierta esta imagen que transmite Borgen de una Dinamarca cívica o nos encontramos ante un producto bien envasado de propaganda demócrata danesa que merece la pena revisar en profundidad? No se puede analizar esta serie sin señalar que hasta los ecologistas del Partido Verde son señalados como extremistas, y eso, para los que somos fanáticos de 1984 de George Orwell, tiene, como mínimo, un puntito de intentar reescribir la realidad.

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