Estas navidades he aprovechado para ponerme al día de algunas series que tenía pendientes, como Peaky Blinders, de la que me esperaba una temporada llena de mafia, revolución socialista y corrupción política sin parangón.
Hace un año y medio, tras terminar de ver la tercera temporada de Peaky Blinders, ya os comenté que la serie estaba tomando un cariz político insospechado y gratamente sorprendente. Con esta nueva y penúltima temporada profundiza y mejora esa línea argumental y se enraíza cada vez más con la historia de los últimos siglos en Inglaterra.
La venganza de la mafia
Antes de entrar de lleno en la historia política inglesa desde finales del siglo XIX hay que señalar uno de los arcos argumentales de esta última temporada de Peaky Blinders, el principal por ser al que más tiempo le dedican: la venganza de la mafia italiana.
Y es que los Shelby traían de otras temporadas algún que otro enemigo, como es el caso de Luca Changretta, cuyos padre y hermano habían sido asesinados a manos del clan de gitanos corredores de apuestas más afamados de Birminghan.
A partir de aquí, SPOILERS.
Changretta llega a Inglaterra con la intención de asesinar a todos y cada uno de los miembros de los Peaky Blinders para resarcir así el daño que estos les habían ocasionado. Su vendetta comienza con fuerza consiguiendo acribillar a balazos a John, el pequeño de los tres hermanos Shelby que habían ido a la I Guerra Mundial.
Este hecho hace que Tommy reúna, o más bien atrinchere, a toda la familia en Birmingham para defenderse y ver de qué maneras librarse de la mafia italiana.
Destaca especialmente Adrien Brody, protagonista de las maravillosas películas El Pianista y El Gran Hotel Budapest, en su papel de líder de la mafia Changretta, si bien hay que reseñar que la caracterización de los mafiosos de la época está bastante idealizada.
Como ya sabemos que va a haber una quinta entrega y que Peaky Blinders tiende a tener arcos argumentales autoconcluyentes no es ningún misterio ni spoiler (ya avisé más arriba) que Tommy Shelby logra, una vez más, zafarse de sus duros enemigos y obtener beneficio económico y social de ello.
En este caso, sin embargo, terminar con Luca Changretta le lleva también a terminar con la vida de Alfie Salomons (magníficamente interpretado por Tom Hardy), un personaje que ha dado a Peaky Blinders grandes diálogos y que, como se veía venir desde el principio, termina traicionando a Tommy Shelby, incluso siendo uno de sus mejores amigos.
Otro acierto a resaltar es la inclusión de Aidan Gillen en el papel de Aberama Gold, cabecilla de un peligroso clan gitano que les ayuda a terminar con los Changretta.
Revolución socialista y corrupción política
Pero la parte que más me ha gustado de esta temporada ha sido, como en la anterior, la dedicada a plasmar el contexto socioeconómico de la época, en este caso, una Inglaterra asustada ante la posible revolución socialista apoyada por una URSS fuerte y todas las tramas que se tejen desde los altos poderes para tratar de impedirlo.
En esta entrega, los Shelby, traidores de clase para muchos, aunque ellos mismos se consideren, como señala Tommy en un episodio, el epítome del capitalismo por haber llegado donde están, se enfrentan al sindicalismo en sus propias fábricas.
Tommy Shelby, como ya ha hecho en anteriores ocasiones, no duda en pactar con Winston Churchill para entregar a todos los partidarios de la revolución armada a cambio de un suculento contrato de fabricación de armas para el Estado por valor de dos millones de las libras de entonces.
Para acceder a los sindicalistas tendrá que recurrir a su ya manida afición de camelar a todo tipo de mujeres, en este caso una líder sindical que delatará a sus amigos creyendo que los Shelby apoyarán su revolución. En este punto tengo que incluir un inciso, y es que, a pesar de ser una serie con personajes femeninos muy fuertes (Polly o Ada son ejemplo de ello), a la hora de definir las que serán parejas o escarceos de Tommy los guionistas deberían poner mayor esmero. Porque no es coherente que una mujer sindicalista de aquella época se deje engatusar de semejante manera por el dueño de una fábrica.
El jefe de la compañía Shelby guarda, además, otro as en la manga en su meteórica carrera hacia las altas esferas de la sociedad, y es que él solito ha averiguado la manera de mantener a raya a los obreros revolucionarios: a través del Partido Laborista. Y así termina el sexto episodio, con el clan de gángsteres bajando por las escaleras del Parlamento, orgullosos de su ascenso por encima de todas y cada una de las cabezas que se van encontrando a su paso.
La trama para la que será la última temporada está servida.
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