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Hacía tiempo que quería escribir sobre Big Little Lies, una serie que ha llegado a emocionarme como pocas, en la que se narra de una manera muy original, divertida a la par que dramática, cómo el machismo es el culpable de muchos más conflictos de los que pensamos.

Big Little Lies es la historia de cómo cinco mujeres, madres, de Monterrey, un pueblo al norte de California con bastante poder adquisitivo entre sus habitantes, se enfrentan unas a otras por una serie de cuestiones personales en las que son los hombres fundamentalmente la causa de sus aflicciones.

En busca del culpable

Big Little Lies, serie basada en la novela del mismo nombre de Liane Moriarty, intercala los interrogatorios tras el presunto asesinato de alguien de la comunidad con la vida durante los meses antes en dicha comunidad. Todo ello de una manera un tanto original, pues no sabemos quién es el asesinado o la asesinada ni su asesino o asesina, y el nivel de crispación entre las cinco mujeres es tal que llegamos a pensar que puede ser cualquiera.

La disposición de las declaraciones, de hecho, tiende a hacernos pensar en cada episodio que la persona culpable es una u otra, engañando al espectador en todo momento en un juego que engancha, y mucho.

A partir de aquí, SPOILERS.

Cuidado, spoilers a partir de aquí

Historias y personajes arrolladores

Big Little Lies destaca tanto por su trama, muy bien hilada y con un final en el que confluyen todas y cada una de las subtramas de una manera perfecta, como por la profundidad de sus personajes.

Los tres principales son Celeste (interpretada magistralmente por Nicole Kidman), que sufre una relación de violencia machista de manual, con sonrisas y disimulos de cara a la galería; Jane (Shailene Woodley), la única mujer de clase trabajadora de la serie, atormentada porque su hijo, Ziggy, es fruto de una violación de un hombre al que quisiera encontrar para vengarse; y Madeleine (Reese Witherspoon), que aporta un punto cómico a la serie, además de servir de hilo conductor y tener su propia trama de engaños e infidelidades.

El personaje de Jane busca al culpable de su violación

Las otras dos mujeres que construyen el relato perfecto que es Big Little Lies son Renata Klein (Laura Dern), directiva de Silicon Valley que sufre el machismo tanto en el mundo empresarial como en el entorno escolar de su hija, pues otras madres la miran con recelo por no dedicarse al 100% al cuidado de su hija; y Bonnie Carlson (Zoë Kravitz), que también experimenta el machismo en forma de miradas incómodas y trato frívolo por dedicarse a dar clases de yoga.

Bonnie es criticada por muchos por haberse puesto a bailar en el cumpleaños de la hija de Renata

De hecho, una de las escenas clave para plasmar el machismo imperante se produce cuando Bonnie se pone a bailar en la fiesta de cumpleaños de la hija de Renata y tanto hombres como mujeres la tachan de indecorosa (bueno, en realidad le dicen cosas peores, pero no las voy a reproducir aquí).

El machismo culpable

Comparte protagonismo con estas mujeres el marido de Celeste, interpretado por Alexander Skarsgard, que da miedo de lo bien que lo hace. Se presenta como un esposo perfecto ante la sociedad, rico, guapo, buen padre, pero de puertas para adentro es manipulador, frío, egoísta, hace la vida imposible a su mujer y es un ejemplo terrible para sus hijos, que pronto copian el modelo de violencia que él cree que mantiene escondido.

Las escenas de maltrato son realmente creíbles y aterradoras en Big Little Lies

El relato de la violencia machista es aterrador y provoca muchos escalofríos y situaciones verdaderamente incómodas. Está muy bien escrito e interpretado, hasta el punto de que cuando él abre la puerta porque llega de trabajar se te encoge el estómago y solo deseas que lo pillen, o que pase cuanto antes la escena.

El machismo también se manifiesta contra los personajes más jóvenes de Big Little Lies, en forma de acoso y bullying a una niña que, sin saberlo, sufre de manera indirecta el mismo maltrato que Celeste.

Las niñas también sufren el machismo culpable en forma de acoso

Un final perfecto

Y cuando ya te has rendido porque está tan bien narrada que no sabes quién es víctima y quién es culpable, llega la escena final, que ha ido formándose a lo largo de toda la temporada, te sorprende y te genera una sonrisa de oreja a oreja. Porque triunfa algo que no suele retratarse mucho en el cine o en las series, algo que tiene un nombre que poca gente conoce, cuando se debería: sororidad.

Sororidad (¡qué bonito nombre tienes!) es hermanamiento, solidaridad entre mujeres, un término que ha sido invisibilizado por otro, el de hermandad, que en muchas ocasiones tiene justamente el significado contrario. Hermandad como manada de hombres, como corporativismo, frente a sororidad como colaboración necesaria entre mujeres que sufren distintos tipos de violencias machistas.

Big Little Lies es el relato perfecto sobre cómo las mujeres, incluso en los estratos más altos de la sociedad, padecen distintos tipos de opresión por el mero hecho de serlo. Una buena serie que, además de ser un excelente entretenimiento, nos lleva a pensar un poquito más allá de nuestra zona de confort.

Y, además, comienza con un temazo de Michael Kiwanuka. ¿Qué más se puede pedir?

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